En un cóctel, la anfitriona no pudo evitar oír por casualidad la conversación de un amable caballero.
-Oh, la adoro, la venero -declaró el caballero.
-Yo también la adoraría si fuera mía -asintió su amigo.
-Su manera de andar y de moverse. Sus hermosos grandes ojos castaños, su cabeza tan orgullosa y erguida...
-Eres muy afortunado -comentó su amigo.
-¿Y sabes lo que me fascina realmente? La manera en que me mordisquea la oreja.
-Señor -interrumpió la anfitriona-. No he podido evitar oír esas palabras tan cariñosas. En estos tiempos con tantísimos divorcios, admiro a un hombre que ama tan apasionadamente a su esposa.
-¿Mi esposa? -dijo el caballero, sorprendido-.
No, ¡mi yegüa ganadora en las carreras!
La gente se está enamorando de caballos, perros, animales, máquinas, cosas.
¿Por qué?
Porque estar enamorado de seres humanos se ha vuelto un completo infierno, un conflicto continuo, cargado de críticas, siempre por el cuello del otro.
Esta es la forma más baja de amor. No hay nada de malo en ella si puedes usarla como trampolín, si puedes usarla como una meditación.
Si puedes observarla, si tratas de comprenderla, en esa comprensión misma llegarás a otro peldaño, empezarás a elevarte.
Sólo en la cima más alta, cuando el amor ya no es una relación, cuando el amor se vuelve un estado de tu ser, el loto se abre totalmente y desprende un gran perfume, pero sólo en la cima más alta.
En su punto más bajo, el amor es tan sólo una relación política. En su punto más elevado, el amor es un estado religioso de conciencia.
OSHO