En una ocasión, llevaron a Mulla Nasruddin ante un juez.
El magistrado, al verlo, dijo:
"¿Cómo? ¿Otra vez aquí? No te esperaba esta vez.
Primero te trajeron por estacionar en lugar prohibido, después por rebasar los límites de velocidad, después por frenos defectuosos, por no llevar las luces encendidas en la noche y finalmente por conducir en estado de embriaguez.
Ahora, ¿cuál es el motivo, pues recuerdo que la última vez revoqué tu licencia de conducir?".
Nasruddin agachó la cabeza acongojado y dijo:
"Por no cruzar la calle por el cruce peatonal, su señoría".
No hace falta un vehículo. De nada te servirá pensar que vives en la inconsciencia debido a que te han privado de todo.
No hace falta un vehículo. De nada te servirá pensar que vives en la inconsciencia debido a que te han privado de todo.
Serás como Nasruddin, desprovisto de vehículo, pero dedicado a cruzar por la mitad de la calle. Harás otra cosa porque seguirás siendo igual. Hay hombres que creen que sus esposas son la causa de todas sus tribulaciones. Entonces, abandonan a sus esposas y escapan a los Himalayas —pero eso es como revocar la licencia—.
No servirá de nada porque no podrán escapar de sí mismos. Seguirán siendo los mismos en los Himalayas y crearán nuevamente la misma situación.
La esposa existía debido a ellos. Encontrarán otra esposa, encontrarán otra cosa, pero siempre tendrán el mismo problema. Se necesita un alma seca —ella es el Himalaya: la sequedad, el estado de alerta.
Asegúrate de no hacer nada como autómata dormido.
Observa cada uno de tus actos, de tus pensamientos y de tus sentimientos. Observa y actúa.
Cada momento es precioso, no lo desperdicies en la inconsciencia. Si te vales de cada momento como una oportunidad para adquirir mayor consciencia, esta se acrecentará día por día. Súbitamente, un buen día, descubrirás que la luz brilla en tu interior. Si te esfuerzas para lograrlo, un buen día te despertarás como un ser nuevo —seco, desprendido, amoroso pero desapegado; habitante del mundo, pero observador desde las colinas—.
Esa es la paradoja que debe cumplirse: permanecer en el mundo, pero observar desde las colinas al mismo tiempo; estar y no estar en el mundo simultáneamente.
Y esa es la mejor y la más sabia de las almas. Tienes el potencial. De la misma manera que toda semilla encierra el potencial de un árbol, tú puedes llegar a ser Buda, Heráclito o Jesús. Pero debes esforzarte para lograrlo. Los esfuerzos tibios no servirán de nada. Debes alcanzar tu punto de ebullición para que ocurra la evaporación.
El agua es húmeda y se mueve hacia abajo. El calor es seco y con el calor, hasta el agua fluye hacia arriba. Con la llama de la consciencia, hasta las cosas que considerabas malas se enderezarán. El amor parece ser un encierro, una cárcel; con la consciencia, se convierte en libertad. La ira sin consciencia es una fuerza destructiva, una fuerza suicida; lastima, envenena y, con el tiempo, mata. Con consciencia, esa misma energía se transforma en compasión. El rostro se congestiona de la misma forma, pero no a causa de la ira, sino de la compasión.
La sangre es la misma, la química del cuerpo es la misma, pero hay un elemento nuevo y toda la química del cuerpo adquiere una naturaleza diferente.
Es así como los metales innobles se transforman en oro.
Es así como los metales innobles se transforman en oro.
En la inconsciencia, son como el metal innoble y en la consciencia se convierten en oro, se transforman.
Lo único que necesitan es el fuego de la consciencia.
No te hace falta nada más, porque ya lo tienes todo.
Con el fuego de la consciencia, se produce un nuevo arreglo. Recuerda que no careces de nada; posees todo lo que un buda necesita. Solo falta una cosa, pero también ella está dormida en tu interior. Lo único que debes hacer es despertarla; solo unos pocos esfuerzos para despertar, para estar más alerta.
Y recuerda que debes comenzar con esos esfuerzos inmediatamente.
Y recuerda que debes comenzar con esos esfuerzos inmediatamente.
Heráclito cree en el esfuerzo. Los maestros zen creen en la ausencia de esfuerzo y Heráclito cree en el esfuerzo.
Sin embargo, la ausencia de esfuerzo en el fondo es un esfuerzo, porque hay que llegar al estado de ausencia de esfuerzo.
En Occidente, hay mucha confusión acerca de los maestros zen, porque hablan de la ausencia de esfuerzo. Pero una persona debe trabajar durante veinte años con un maestro zen para lograr el estado de ausencia de esfuerzo. Para Heráclito, el esfuerzo es la base y si te esfuerzas de verdad, conseguirás automáticamente el estado de ausencia de esfuerzo. Cuando lo has hecho todo, adquieres pericia. Es tan grande tu pericia, que ya no necesitas hacer nada. Si te esfuerzas para llegar a la consciencia, con el tiempo, ya no tendrás necesidad de hacer nada, porque estará allí, como la respiración. En tu situación, Heráclito será más útil que los maestros zen. Los maestros zen llegaron con la culminación de una escuela, la escuela budista. Después de mil años de gran esfuerzo, florecieron los maestros zen. Los maestros zen son sencillamente la culminación de un esfuerzo de largo tiempo, de un largo viaje. La planta está lista y entonces florece. El florecimiento no requiere esfuerzo.
En Occidente, hay mucha confusión acerca de los maestros zen, porque hablan de la ausencia de esfuerzo. Pero una persona debe trabajar durante veinte años con un maestro zen para lograr el estado de ausencia de esfuerzo. Para Heráclito, el esfuerzo es la base y si te esfuerzas de verdad, conseguirás automáticamente el estado de ausencia de esfuerzo. Cuando lo has hecho todo, adquieres pericia. Es tan grande tu pericia, que ya no necesitas hacer nada. Si te esfuerzas para llegar a la consciencia, con el tiempo, ya no tendrás necesidad de hacer nada, porque estará allí, como la respiración. En tu situación, Heráclito será más útil que los maestros zen. Los maestros zen llegaron con la culminación de una escuela, la escuela budista. Después de mil años de gran esfuerzo, florecieron los maestros zen. Los maestros zen son sencillamente la culminación de un esfuerzo de largo tiempo, de un largo viaje. La planta está lista y entonces florece. El florecimiento no requiere esfuerzo.
No hay necesidad de hacer nada. El árbol está listo y florece por su cuenta. Pero se necesita un esfuerzo de mucho tiempo para llevar al árbol a ese punto.
Solo el hortelano sabe cuánto ha trabajado. Miramos la flor y pensamos:
"No se necesita esfuerzo. El árbol florece por sí solo".
El zen es la culminación de un esfuerzo prolongado que comenzó con Buda. Heráclito es apenas el comienzo y, por eso, es desafortunado el hecho de que la mente de los griegos haya dejado pasar a Heráclito. No lo comprendieron y nunca se produjo la culminación, nunca se produjo el florecimiento. La mente griega tomó un camino totalmente diferente. Nunca escuchó a Heráclito y el florecimiento nunca sucedió.
Las semillas se perdieron porque nunca brotaron. Pero esa es la razón por la cual elegí a Heráclito —para completar el círculo—. He hablado de los maestros zen y eso podría confundirte, porque el zen es el final. Debo hablar de Heráclito para que puedas comprender también el comienzo, porque también en ti debe haber un crecimiento desde el principio hasta el fin.
Debes moverte desde Heráclito hasta Basho, desde la semilla hasta la flor.
Transfórmate en un alma seca, sin llegar a la insensibilidad.
Transfórmate en un alma seca, sin llegar a la insensibilidad.
Si te tornas insensible, te habrás equivocado y quedarás seco pero sin consciencia. Entonces, el fuego no se convertirá en consciencia. Eso no servirá. La vida seca automáticamente a muchas personas de esa forma.
Los ancianos son secos. Los niños son húmedos. El anciano es seco. La vida por sí misma le extrae toda la humedad; la simple lucha de la vida lo torna insensible y para protegerse, se aísla; ese no es el punto.
Debes ser como un niño —vivo, elegante, gracioso, ágil— pero seco como los ancianos.
OSHO