Mulla Nasrudin estaba enfermo y fue hospitalizado.
Al rato alguien llamó a la puerta y entró una mujer de aspecto enérgico.
Ella dijo:
«Soy su médico. Desnúdese, he venido a examinarle».
Mulla preguntó:
Mulla preguntó:
«¿Del todo?».
La doctora contestó:
La doctora contestó:
«Sí, del todo».
Así que se desnudó. La mujer lo examinó. Y luego le dijo:
Así que se desnudó. La mujer lo examinó. Y luego le dijo:
«Ya puede usted acostarse.
¿Tiene alguna pregunta que hacer?».
Mulla Nasrudin contestó:
«Sólo una: ¿por qué se ha molestado en llamar a la puerta?».
La mujer respondió:
La mujer respondió:
«La fuerza de la costumbre».
Los viejos hábitos persisten hasta en tus gestos.
Los hábitos son fáciles de mantener porque no necesitas ser consciente de ellos; se mantienen por sí solos.
Ser consciente es difícil, porque para ti nunca ha sido un hábito.
Eliges fácilmente; condenas y aprecias fácilmente; rechazas y aceptas con mucha facilidad. Dices:
Eliges fácilmente; condenas y aprecias fácilmente; rechazas y aceptas con mucha facilidad. Dices:
«Esto está bien, o esto está mal», con demasiada facilidad, porque se ha convertido en un hábito a través de miles de vidas; siempre has estado eligiendo.
Es un fenómeno mecánico. Sin ninguna consciencia, en el momento en que ves algo, ya lo has juzgado y decidido.
Ves una flor y dices:
«Es hermosa», o: «No es hermosa».
Inmediatamente entra el juicio (con la percepción, entra el juicio) entonces nunca serás capaz de permanecer en el medio.
OSHO
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