martes, 20 de enero de 2009

«Sí, eres especial, eres fantástico»,


 

Un fanfarrón le está contando a un amigo que tiene tres coches y un montón de cosas más. Cuando encima le dice que mantiene a dos amantes en Nueva York pero que ha dejado embarazada a su secretaria, increíblemente guapa y apasionada, y que tiene que llevarse en el viaje de negocios a Río de Janeiro, para los Carnavales, a la mecanógrafa, una rubia impresionante, quien lo escucha se pone a jadear de repente, se da un tirón a la corbata y sufre un ataque al corazón.

El fanfarrón interrumpe la historia, le da unas palmaditas en la espalda a la víctima y un vaso de agua y le pregunta solícito qué le ocurre.

—No puedo evitarlo —responde el hombre—. Soy alérgico a las gilipolleces.

 

 

MÁS VALE MANTENER ESAS GILIPOLLECES EN SECRETO, porque la gente es alérgica, pero en cierto modo está bien que hayas sacado a la luz lo que piensas.

Si te consideras especial, tú mismo te buscarás la desdicha. Si te consideras superior a los demás, más inteligente que los demás, lograrás un ego muy fuerte. Y el ego es veneno, veneno puro.

Y cuanto más egoísta eres, más te duele, porque es una herida. Cuanto más egoísta, más separado de la vida. Te desligas de la vida; ya no sigues la corriente de la vida y te conviertes en una roca en mitad del río. Te vuelves frío como el hielo, pierdes todo el calor, todo el amor.

Una persona especial no puede amar, porque 

¿dónde va a encontrar a otra persona especial? 

ME HAN CONTADO LA HISTORIA de un hombre que permaneció soltero toda la vida, y cuando estaba moribundo, a la edad de noventa años, alguien le preguntó:

—Has estado soltero toda la vida, pero nunca has explicado por qué. Ahora que vas a morir, por lo menos satisface nuestra curiosidad. Si guardas algún secreto, ahora puedes contarlo, porque te estás muriendo. Incluso si el secreto sale a la luz, ya no importa.

El moribundo respondió:

—Sí, hay un secreto. No es que esté en contra del matrimonio, sino que buscaba a la mujer perfecta. Busqué por todas partes, y así se me pasó la vida.

Quien le había preguntado antes insistió:

—Pero en esta tierra tan grande, con tantos millones de habitantes, la mitad son mujeres. ¿No encontraste ni a una sola mujer perfecta?

Una lágrima rodó por la mejilla del moribundo. Contestó:

—Sí, encontré a una.

El otro hombre se quedó perplejo. Dijo:

—Entonces ¿qué pasó? ¿Por qué no te casaste?

Y el anciano respondió:

—Porque aquella mujer estaba buscando al marido perfecto.

Osho-"El libro del Ego"


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