Si eres capaz de renunciar al pasado te sentirás completamente renovado, recién nacido, y vivir en esa renovación es tal dicha, tal éxtasis que no se te ocurrirá escapar de ella ni un solo momento. Quien se conoce a sí mismo jamás se toma vacaciones. Pero la mayoría de las personas se comportan de una forma absurda...
Un estadounidense circulaba por una pequeña carretera rural de Irlanda y se quedó horrorizado al ver un carro cargado de heno que salía del prado y se internaba en la carretera. Apretó los frenos pero no pudo pararse a tiempo y acabó traspasando la cerca y el coche estalló en llamas en el prado.
¿Has visto? —le preguntó Paddy a su amigo Seamus, que conducía el carro de heno—. Qué mal conducen algunos turistas de esos. Hemos salido del prado justo a tiempo.
A un viejo agricultor que araba sus tierras con un par de toros le preguntó un vecino por qué no trabajaba con bueyes.
—No quiero bueyes —contestó el agricultor—. Prefiero los toros.
—Pues si no quieres bueyes, ¿por qué no usas caballos? —insistió el vecino.
—¡No quiero caballos! —replicó el agricultor—. ¡Quiero toros!
—¿Y si usaras el tractor que acaba de comprar tu hijo? —intentó el vecino.
—Tampoco quiero tractores. Prefiero los toros —aseguró el agricultor.
—¿Y por qué solo quieres toros? —preguntó el vecino, ya sin saber qué decir.
—Porque no quiero que se piensen que todo en la vida es romance.
Un estadounidense circulaba por una pequeña carretera rural de Irlanda y se quedó horrorizado al ver un carro cargado de heno que salía del prado y se internaba en la carretera. Apretó los frenos pero no pudo pararse a tiempo y acabó traspasando la cerca y el coche estalló en llamas en el prado.
¿Has visto? —le preguntó Paddy a su amigo Seamus, que conducía el carro de heno—. Qué mal conducen algunos turistas de esos. Hemos salido del prado justo a tiempo.
A un viejo agricultor que araba sus tierras con un par de toros le preguntó un vecino por qué no trabajaba con bueyes.
—No quiero bueyes —contestó el agricultor—. Prefiero los toros.
—Pues si no quieres bueyes, ¿por qué no usas caballos? —insistió el vecino.
—¡No quiero caballos! —replicó el agricultor—. ¡Quiero toros!
—¿Y si usaras el tractor que acaba de comprar tu hijo? —intentó el vecino.
—Tampoco quiero tractores. Prefiero los toros —aseguró el agricultor.
—¿Y por qué solo quieres toros? —preguntó el vecino, ya sin saber qué decir.
—Porque no quiero que se piensen que todo en la vida es romance.
Esa es la situación en la que naces, en la que te han condicionado. Nadie quiere que sepas que la vida es puro romanticismo. Y ese es mi delito, porque en eso consisten mis enseñanzas: en que la vida no es sino romanticismo.
Una pareja de recién casados fueron a Miami y se registraron en el hotel para pasar la luna de miel. No se los vio durante días, hasta la mañana del sexto, cuando entraron en el comedor a desayunar. Cuando se acercaba el camarero, la mujer le dijo a su marido:
—¿Sabes qué me gustaría, cariño?
Sí, lo sé —contestó el hombre cansinamente—. Pero alguna vez tenemos que comer.
De vez en cuando conviene desayunar, pero por lo demás la vida es un romance continuo. Y yo no solo os enseño el romance del cuerpo, que es muy vulgar; os enseño el romance del espíritu, que tiene principio pero no final. Pero solo es posible si empiezas a ir hacia dentro. Ir hacia dentro significa ir hacia Dios.
Osho