miércoles, 6 de agosto de 2008

El ego se adorna continuamente.

Sería mejor decir que el ego lleva su propio infierno adondequiera que vaya.
Ocurrió lo siguiente:

El mulá Nasrudín se cayó a un pozo negro y no podía salir.


Se puso a gritar:

«¡Fuego, fuego!», y al cabo de un par de horas aparecieron los bomberos.
-¡Aquí no hay ningún fuego! -exclamó el jefe de bomberos-.
¿Por qué ha gritado «fuego»?
-¿Y qué quería que gritase?
-preguntó el mulá
-. ¿Mierda?

El ego es de tal manera que incluso si está en el infierno no lo admitirá.


Osho

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