domingo, 10 de agosto de 2008

Es uno de los problemas de Occidente.


He oído hablar de una mujer que decía al cirujano plástico:


«Necesito un lifting.»
El cirujano la miró y dijo:


«No hay nada mal, es sólo la edad, no se preocupe. ¿Para qué pasar por todas esas molestias innecesa­riamente?»


Pero la mujer seguía insistiendo, así que el doctor le dijo:


«Muy bien. Pero le va a costar cinco mil dólares.»
La mujer dijo:


«No tengo tanto dinero. ¿No puede aconsejarme algo más barato?»
El doctor dijo:


«Sí. Se puede comprar un velo.»



En Oriente la mujer no está preocupada, las cosas se aceptan tal como llegan. La acepta­ción ha sido el fundamento básico de la vida oriental. Occidente está continuamente imponiéndose a la naturaleza, exigiendo cómo deberían ser las cosas.

Nadie quiere hacerse viejo.

De forma que cuando llega el momento de la transición de una fase de la vida, su­cede un extraño fenómeno: al igual que una vela llega hasta el mis­mísimo final, y sólo le quedan unos instantes, en el último mo­mento la vela de pronto se vuelve más grande con todo su poder. Nadie se quiere ir.

Osho

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