domingo, 13 de julio de 2008

La gente vive inconscientemente.

No son conscientes de lo que dicen, de lo que hacen; no son observadores. La gente se dedica a adivinar, no a ver; no tienen ninguna profundidad, no pueden tenerla. La profundidad surge sólo después de mucha observación; entonces puedes ver incluso con los ojos cerrados. Ahora no ves ni siquiera con los ojos abiertos. Adivinas, supones, impones, proyectas.




Luisa está tumbada en el diván del psiquiatra.
—Cierra los ojos y relájate —le dice el doctor—; vamos a hacer un experimento.
Saca de su bolsillo un llavero de piel, lo abre y agita las llaves.
—¿A qué te recuerda este sonido? —le pregunta.
—Al sexo —susurra ella.
Entonces él cierra el llavero y roza con él la palma abierta de la paciente. El cuerpo de la chica se tensa.
—¿Y esto? —le pregunta el psiquiatra.
—Al sexo —murmura nerviosa Luisa.
—Ahora abre los ojos —le dice el doctor—, y dime por qué eso era tan sexualmente evocador para ti.
Insegura, parpadea hasta abrir los ojos. Luisa ve entonces el llavero en la mano del psiquiatra y se pone colorada como un tomate.
—Bueno, ¡ejem!, para empezar —balbuceó—, creí que el primer sonido era el de tu cremallera al abrirse...
Tu mente está continuamente proyectando, proyectándose a sí misma. Tu mente está constantemente interfiriendo con la realidad, dándole un color, una imagen y una forma que no le corresponden. Tu mente nunca te permite ver lo que existe; te deja ver lo que quiere ver.



Osho

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