Conoce tu nombre, pero tú has olvidado ese nombre. Conoce tu dirección, pero tú nunca has vivido en esa dirección. Te has dejado distraer por el mundo.
-Anoche soñé que era niño -le contó Joe a Al-, y que tenía un pase gratis para todas las atracciones de Disneylandia. ¡Qué bien me lo pasé, oye! No tuve que elegirlas. Me subí en todas.
-Es curioso -dijo su amigo-. Yo también tuve un sueño muy vivido anoche. Soñé que una rubia guapísima llamaba a mi puerta y que me deseaba ardientemente. Justo cuando empezábamos a entrar en faena llegó otra visita, una morena que estaba buenísima y también quería acostarse conmigo.
-¡Vaya! -exclamó Joe-. ¡Me habría encantado estar allí! ¿Por qué no me llamaste?
-Te llamé -respondió Al-. Y tu madre me dijo que estabas en Disneylandia.
Tu destino sólo puede encontrarte de una manera: cuando floreces interiormente, como la existencia quería que fueses. A menos que encuentres tu espontaneidad, a menos que encuentres tu elemento, no puedes ser feliz. Y si no puedes ser feliz, no puedes ser meditativo.
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